El Gobierno de sus sueños

Estuve el otro día hablando con un amigo, bastante más de derechas que yo, que sin embargo está completamente encantado con Pedro Sánchez y sus años de Gobierno. De hecho, aunque ha sido otras veces votante del PP y una de VOX (por razones que no hacen al caso), está pensando en pasarse al partido del puño y la rosa para las proximas convocatorias electorales. Y eso, porque vota en León, porque si no, lo jura, votaría al PNV.

Seguramente os parecerá tan raro como a mí, pero tras una buena explicación, la cosa tiene sentido.

El caso es que el Gobierno es de izquierdas, en teoría, pero en el Parlamento tiene mayoría absoluta la derecha, se mire como se mire. Salvo para pijadas decorativas, el parlamento no va a pasar ni una ley realmente izquierdista, ni la reducción de jornada, ni el abaratamiento de los alquileres, ni nada de nada. Puede, eso sí, desenterrar cien muertos fósiles más, darles un par de derechos más a las "locas esas" que todos sabemos quienes son, o concederle el premio nacional de cine social y reivindicativo a algún marxista exaltado, pero no le van a pasar ni una subida de impuestos, ni siquiera la renovación de los impuestos extraordinarios a la banca o las energéticas. Y la culpa de todo lo malo que pase, claro, es para la izquierda, que para eso está en el Gobierno.

Esto, para un derechista que detesta a Feijoo, porque lo considera un tonto del nabo galleguista y sectario, con un plan en la cartera para cobrarnos las autopistas, subir tarifas de todo y repartir el Estado entre sus amiguetes, no deja de ser un Gobierno ideal.

Y en cierto modo, estoy de acuerdo con él. ¿Qué ha cambiado Sánchez en realidad? Subir el salario mínimo, y estoy de acuerdo. Derogar algunos artículos de la reforma laboral con lo que estoy, también, mayormente de acuerdo. Y lo demás es maquillaje, folclore y bailes regionales.

No ha derogado la ley mordaza, se ha agravado el tema de la vivienda y no va a bajar, salvo sorpresón en las Gaunas, la jornada laboral. Su legislación sobre el teletrabajo es más un estorbo que un incentivo. No ha subido los impuestos ni la mitad que el cienpadres de Montoro, y por lo menos se ha currado un poco la promoción del transporte público.

Y además, tiene a los sindicatos callados, y a los piqueteros en casa. Esos mismos que estarían trabajando a tres turnos si gobernase Feijoo.

Mientras el parlamento, que legisla, esté controlado por la derecha, es el Paraíso del conservador. ¿Qué más podrían desear?