Ahora que se oye pedir sangre

Ahora que se oye pedir sangre me viene a la memoria un episodio de insospechada sensatez ocurrido en esa oscura y cruel Edad Media que tanto despreciamos. El caso sucedió en 1.212, cuando las tropas cristianas al mando de Alfonso VIII marchaban a enfrentarse a los almohades en la decisiva batalla de las Navas de Tolosa. El Papa había emitido una bula de apoyo y acudieron numerosos cruzados europeos a sumarse a las tropas cristianas de los reinos de España, formando así lo que ahora llamaríamos una coalición internacional. Transcribo un fragmento del poema épico que narra la formación del ejército y su posterior marcha por tierras manchegas, donde antes de enfrentarse al ejército almohade sucedió aquel hecho que apuntaba.

 

Veamos primero la composición del ejército cristiano de coalición:

Del Toledo en un carballo

todos fueron emplazados

con sus peones y armados

para aquel veinte de mayo.

Por Castilla los primeros

el Rui Jiménez de Rada,

con Diego López de Haro,

los Girones y Cameros,

los Manrique y su mesnada,

y unidos, siendo esto raro,

Laras y Castro en parada.

Junto a estos caballeros

alimentaban el cupo

cada obispo con su grupo

de peones y braceros,

gregarios o capellanes

que trajeron a su abrigo

Melendo, Instancio y Rodrigo,

con Bricio, Tello y dos Juanes,

más los tantos castellanos

de las tropas concejiles

de caballeros villanos

que al rey Alfonso por miles

enviaban sus paisanos.

El rey Pedro de Aragón

a la sede episcopal

de la augusta Barcelona

sumó a García Frontín,

obispo de Tarazona,

y de su reino en confín

tras Sancho de la Cerdania

a Almerico de Narbona

y a Bernardo de Occitania.

Navarra con Sancho el Fuerte,

a la postre muy formal

acudió a tentar la suerte,

y con él en buena lid

presentose allí el cabal

García de Almoravid

con Arróniz y el prior

de Tudela, que era el monje

fray Guillermo de Santonge.

Por parte del Portugal

acudieron solidarios

varones de condición,

e igual pasó con León

que aportaba voluntarios

sin enseña ni pendón.

De las órdenes marciales

el Ramírez con templarios,

con Armíllez los leales

de la Malta hospitalarios,

y firmes cual férreos clavos

las nuestras identitarias

del Santiago con el Arias

y con Yangüas calatravos.

 

Y de Europa llega apriesa

la alianza ultramontana

para nutrir la remesa.

Por cruzada se confiesa

bastante tropa occitana,

hueste alemana y francesa

y otros de lengua italiana

junto a gente piamontesa.

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La coalición marcha al sur hacia el almohade y algo acontece de camino

Pasando ya justo un mes

marchó la tropa cristiana

con Rada tierra a través

por la calzada romana,

do luego ya que tomaban

por rendido el Malagón

los cruzados masacraban

sin medida y sin razón

a toda su guarnición.

Así que ya al otro día    

cuando la tropa rendía

el fuerte de Calatrava,

aunque el cruzado pedía

repetir carnicería

Alfonso se lo negaba.

El rey allí les decía

que en estos reinos la guerra

al rendido despojaba

de casas, bienes y tierra

pero la vida dejaba.

Como aquello contrariaba

a la tropa ultramontana

que por costumbre torcida

nunca dejaba con vida

ni aun a la gente cristiana

manque se diera rendida,

protestaron sin tardanza

por esta práctica hispana

de repudiar la matanza.

Y levantando acampada

dejaron la gres menguada

tomando ya disconformes

por Pirineos enormes

llevándose su cruzada.

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Todos sabemos que esos aliados al final no hicieron falta, pero este rasgo de cordura viene a recordarnos que aquella cruel, denostada y oscura Edad Media que tanto despreciamos algo sí podría decirnos.