Rollo Tomassi. Quizás el apartado más sobresaliente del film sea la construcción de personajes, y el más importante de todos ni siquiera es real, una ficción dentro de la narrativa de la propia ficción. Casi como una encarnación del mal. Pero la historia que se nos presenta habla en claves muy distintas: buenos, malos, tales nociones quedan expuestas en toda su relatividad. Al final lo que encontramos son estilos muy diferentes, para todos los gustos, se diría. Y lo interesante es verlos obligados a trabajar juntos y como se relacionan. Seguramente buena parte de su calidad se debe al texto original de James Ellroy, uno de los clásicos de la novela negra.
Es un retrato del Los Angeles de los 50, de lo que últimamente se vienen llamando las cloacas: esa asociación tan productiva como éticamente cuestionable entre policía y prensa y política (no parece que 70 años después hayan cambiado tanto las cosas), ese corporativismo o tal vez lealtad mal entendida de los agentes (entre bomberos no se pisan la manguera) y el punto de vista más político de sus superiores: un crimen como la matanza del búho (Nite Owl) necesita culpables. Que sean los responsables es bastante secundario.
Se nos proponen desde el principio dos maneras antagónicas de entender el trabajo policial, y al final la vida misma: la del hijo de un ex detective respetado por todos con un apego férreo a las reglas que jamás cogerá un soborno, por un lado, y por el otro la praxis más laxa y alejada de la teoría de las normas, más tradicional respecto a los usos y costumbres que encarna el agente White, que no tiene ningún reparo en mancharse las manos de sangre.
Pero no nos dejemos engañar, Exley tampoco tiene ningún incoveniente en manipular a sus interrogados para alcanzar sus fines. Ni buenos ni malos, estilos más burdos o más refinados en pos de un objetivo. Ése es el gran acierto del relato.
Y aún entre medio de esos extremos se pasea el estiloso agente Vincennes, con su impoluto atuendo de asesor de Hollywood al que parece resbalarle la corrupción. Al menos por un tiempo. Así funcionan las cosas: -Agente. -Concejal.
Creo que se la puede puede referir como película coral, el reparto es formidable y las interpretaciones dejan huella. No es una película como tantas otras que se olvidan. Pero no sólo son personajes bien escritos, además evolucionan. No, no es cine de acción, claro. Es cine. O una novela negra clásica, para ser justos.
Así, el agente White parece que acaba algo empachado de tanta sangre aunque siga cediendo a su impulsividad, Vincennes se enfrenta tarde a su reflejo en el espejo ante un bourbon y un billete de 50 y Exley descubre que su ascenso tiene más de relaciones públicas que de un cambio real en las prácticas del departamento, mira a su condecoración de modo muy similar al que Vincennes lo hace con ese billete que abandona sobre su copa. La enfermedad es mucho más profunda. -¿Por que te hiciste policía? -Ya no me acuerdo.
Los motivos que les llevan a intentar esclarecer el caso del búho son muy distintos para cada uno, como no podía ser de otra manera. White quiere vengar la muerte de su compañero, Vincennes tratar de limpiar en algo la destartalada conciencia que ocultan sus impecables trajes y Exley… lo suyo es más profundo aún, tal vez seguirá por siempre tratando de dar caza al anónimo asesino de su padre para el que inventó el nombre con el que empiezan estas líneas. Los pivotes de la cerradura se han alineado para que las puertas del cambio se puedan abrir. ¿Quieres tirarlo todo abajo? Con dinamita.
“No pretenda empezar a hacer justicia, muchacho. No tiene usted práctica”. Justicia. La palabra se repite varias veces a lo largo del metraje, incluso poniendo de manifiesto las distintas formas de entenderla por parte de diferentes personajes.
Pero lo que realmente me hace quitarme el sombrero es como las últimas palabras de un hombre pueden suponer la sentencia de muerte para el asesino que las escucha. Ahí es donde el relato se eleva a obra maestra.
La sonrisa de Kevin Spacey al escuchar la frase antes entrecomillada, los pasos bajo la lluvia de Crowe a un lado y al otro apunto de cruzar un umbral o Pearce señalando con las gafas en la mano y exigiendo los detalles de la conversación del día anterior al forense, sólo la encumbran aún más.
Pero más fascinante aún: los tres personajes completan el viaje hacia sus propias antípodas. Vincennes acaba perdiendo la vida por una conciencia con la que se reencuentra demasiados años después. White, incapaz de ver como se maltrata a una mujer termina golpeando a la mujer que ama y Exley termina por ceder a sus impulsos y encontrar la excepción a sus amadas reglas. Nuestro niño bonito está tirando su vida por la borda, en palabras del fiscal corrupto.
“Algunos alcanzan la gloria y otros se quedan con las prostitutas y un viaje a Arizona”, aunque, qué duda cabe, a Exley tal “gloria” ante la Kim Bassinger del siglo XX le sabe a premio de consolación. Sí, el teniente Smith y toda la trama que lo acompañaba tomando el relevo del capo encarcelado ha caído. Pero el departamento está muy lejos de haber tenido una reforma profunda y la verdad vuelve a quedar enterrada bajo grandes titulares que cuentan una historia diametralmente opuesta a los hechos.
No creo que Exley haya encontrado en realidad a Rollo Tomassi. Tal vez antes, como Vincennes antes que él, termine olvidando por qué se hizo policía.