La tecnocracia y la democracia son dos cosas distintas, de no ser así no necesitaríamos dos términos. Y para ver las diferencias de partida podemos ver su raíz. En la segunda la propuesta va encaminada a que sea el pueblo el depositario del poder, el total de la ciudadanía, (o por ahí va la idea, luego ya vemos lo que hay) y en la segunda se plantea dejar el poder exclusivamente en un sector de la población, en este caso en aquellos que desempeñan funciones técnicas, especialistas en las distintas áreas.
Recuerda a otro término en el que también el poder es gestionado por una parte de la población, aristocracia. En realidad es lo que ya pasa aquí y ahora en cierto modo, aunque el término ha quedado relegado en la actualidad al conjunto de aquellos que ostentan títulos nobiliarios.
Aristoi, “los mejores”, siempre según ellos mismos, claro, que para algo sirve el poder. Y tiene sentido que gobiernen aquellos que tengan conocimiento especializado en las áreas a desarrollar, claro que sí. De hecho en cualquier caso deben tener un papel en el gobierno, pero si les quedara a esos “técnicos” presuntamente neutrales arrogada la totalidad del poder sería inevitable, como ya sucede de facto, que lo hicieran en su propio interés y no en el del conjunto de la ciudadanía. Y a costa del conjunto de la ciudadanía.
Lo de tecnocracia suena moderno pero de moderno como se puede ver no tiene nada: “Los aristoi eran los propietarios de la tierra cultivable que era trabajada por esclavos...”.
E incluso así tiene sentido, que gobiernen los mejores, Hitler fue un gran defensor de ese tipo de filosofía y le condujo a ideas de eugenesia, lo del genocidio fue después. Y digo que tiene sentido porque no hemos salido de esa lógica desde que nos caímos de un árbol.
Pareciera que en los últimos siglos algunos valores humanistas hubieran prosperado, por lo menos ganando la apariencia y la narrativa aunque el fondo permanece en realidad inalterable. Y aún vuelven los mismos intereses con otros nombres a tratar de recuperar el centímetro de terreno perdido. Y da igual que matemos el nombre, volverá con otro distinto una y otra y otra vez.
Y lo venden bien, dicen: eh, nosotros sabemos de esto, déjennos hacer nuestro trabajo! Y aún asumiendo esa cuestionable afirmación como cierta, la realidad es que nada en la capacidades técnicas o conocimientos de una persona, o un grupo de ellas, dice gran cosa del resto de facetas.
Así pueden ser, pongamos, tan deshonestos como el resto. La diferencia es que en las tesis que propugnan el poder ya no es de todos. ¿Qué podría salir mal? Para ellos naturalmente nada.
El término en primera instancia seduce pero es una cáscara vacía que oculta los mismos intereses de siempre. La misión de los políticos que tanto se suele denostar desde tales posiciones es coordinar a los grupos de especialistas de los distintos ámbitos, y se podría aseverar que esa es de hecho su especialidad y son en realidad técnicos, no en vano hay un grado de ciencias políticas.
Lo que se propone más bien es que los amigos de los lobbies de las eléctricas, la nuclear, la banca, la patronal, etc hagan y deshagan a su antojo por definición. “Seremos fascistas, pero sabemos gobernar”, proclamaba algún mequetrefe. Luego vienen los escándalos y los juzgados y las facturas infladas para familiares y conocidos.
O sea que en realidad la propuesta tecnócrata recuerda más que nada al impulso neoliberal de los 80 con Tatcher y Reagan que a cualquier otra cosa, para que no le pille a nadie despistado. Todo ello vendría adrezado con un toque de la típca corrupción patria para darle algo de sabor local, como no podía ser de otra manera.
Y sí, los conocimientos técnicos están muy bien, para muchas cuestiones son imprescindibles, una herramienta fundamental. Y como sucede con todas la herramientas, pueden tener los usos deseados, o no tan deseados. Por eso mucho antes de preocuparnos por la formación técnica de alguien deberíamos preocuparnos de cómo va a usar sus pocas o muchas capacidades. Parece que algunos invierten algunas cosas sin ningún sentido y lo cierto es que el poder, el conocimiento y la ciencia, y la información, puede tener usos muy beneficiosos o muy perjudiciales.
Es conocido el dato de que el porcentaje de personas con rasgos psicopáticos presenta mayor preponderancia en las clases directivas. Y algunos dirán, qué sorpresa, que son unos hijos de puta ya lo sabíamos. Llegados a este punto comprenderán que las capacidades técnicas, por más que nos vendan lo contrario, son en realidad lo de menos. No fueron campesinos iletrados e ignorantes los que dejaron caer dos bombas nucleares sobre Japón.
¿El conocimiento? Está muy bien, claro. Pero al final lo único que importa es lo que vayas a hacer con él. Y para vigilar eso hace falta que el conjunto de la ciudadanía tome parte en el gobierno, se trata de mejorar lo que tenemos, por más que algunos pretendan viajar a un pasado que ya no existe bajo la apariencia de modernidad de un término en realidad vacío. ¿Tecnocracia? No, caballero, la ética ha de gobernar a la tecnología y no al revés. Tiene vd un par de cosas invertidas.