Barcelona ha pasado un año turbulento del que no se sabe si saldrá para ir a mejor o para terminar de hundirse en el actual charco de mierda donde se mantiene a pírrico flote. Los barceloneses vivimos en un espacio privilegiado, pero este año nos hemos visto sometidos a turbulencias desasosegantes y tensiones desgastadoras. Que Dios reparta suerte para el 2016 y que gran parte de dicha suerte vaya directamente a la mesa de trabajo de Ada Colau: le espera un año más decisivo (y más cabrón) que este 2015 para el olvido.
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