Se calcula que un 37% de las bases en la Antártida no tratan sus aguas, un problema que Australia intenta afrontar con el envío a su base Davis de una planta de tratamiento de aguas negras que es capaz de transformarlas en agua potable. Los efectos negativos de las aguas residuales se extienden a más de 1,5 kilómetros del punto de desagüe y en esas zonas se ha detectado que los peces tienen deformidades en las branquias y el hígado, mientras que las focas y los pingüinos comienzan a desarrollar resistencia a los antibióticos.
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