Ana Garrido es una luchadora. Denunció el caso Gürtel desde su despacho en el Ayuntamiento de Boadilla del Monte donde trabajaba de funcionaria, sin saber la repercusión que tendría. Y lo ha pagado. Y tanto que lo ha pagado. En un país donde el denunciante es acosado y el corrupto muchas veces, quizás demasiadas, gana, ella demostró a todos los españoles que la lucha sin cuartel contra los corruptos merece la pena pese a las consecuencias, los acosos y los intentos de desprestigio personal.
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