«Antes de dejarla con el padre, la mato». El mensaje de teléfono que envió Noemí Martínez Largo a su hermano encendió todas las alarmas el domingo por la tarde. Pero para entonces la mujer, presuntamente, ya había ejecutado su amenaza. No era una advertencia, era una certeza. Olivia, de seis años, llevaba horas muerta, desde que el sábado por la noche tomase un cacao con leche con un cóctel de pastillas tranquilizantes al que no pudo sobrevivir. Su madre la habría matado apenas un día después de que el juzgado le notificase.
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