Sócrates fundó la ética del conocimiento viendo en el dogmatismo no solo la estupidez suprema, sino el principal enemigo de la concordia y el progreso humano, pues subordina la experiencia a la creencia y suple su incapacidad persuasiva decretando que cambiar de idea es alta traición, y el apóstata será castigado como quien asesina por gusto. En 399 a.C., cuando bebió de buen grado su cicuta, la democracia ateniense tenía poco más de cien años, y estaba vigente el crimen de asébeia o impiedad –previsto para actos de desprecio hacia los dioses,
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