Horas antes, en la discoteca Nirvana del puerto olímpico de Barcelona, un hombre de 28 años había fallecido después de que le clavaran una botella rota en el abdomen durante una pelea. Eran las 3:15 de la madrugada y se acababa de cometer un crimen, pero no uno cualquiera: habían asesinado a un miembro del clan gitano de Los Baltasares, uno de los más temidos y respetados en el extrarradio barcelonés. “Por su control de la droga y por todo lo que han demostrado que son capaces de hacer”.
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