Las regiones del interior, de fuerte peso cerealístico y ganadero, están repletas de tractores viejos, vehículos que acumulan miles de horas de trabajo y decenas de años a sus espaldas. Los motivos son muy variados, pero se pueden resumir en dos: son eficientes y son baratos. No sólo se trata del dinero a desembolsar en el momento de la compra, sino también del requerido para mantener el tractor a punto. Los tractores antiguos eran simples, y podían ser reparados por los propios agricultores con unas nociones básicas de mecánica. Los de hoy no.
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