Mi muy poco querido abusón. Hoy te escribo esta carta porque me acordado de ti. Quizás tú ni me reconozcas, ni recuerdes mi nombre o ni siquiera de que íbamos juntos a la misma clase. Pero yo, a veces, todavía te tengo presente. Recuerdo tu nombre, tu cara, los insultos que me regalabas casi a diario e incluso del derechazo que me diste en la barriga una mañana cualquiera porque sí. Porque sentías que podías hacerlo, porque los niños pueden ser crueles y tú te tomabas esa frase como una máxima que tenías que practicar constantemente.
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