Mi hermano fue acusado de asesinar a un policía en Madrid, pero en aquel momento él estaba en Portugal, aunque las pruebas abrumadoras de su inocencia fueron ignoradas en la farsa de juicio a la que fueron sometidos. Incluso una testigo presencial del asesinato declaró a la policía en hasta tres ocasiones que mi hermano no era el asesino que ella había visto. La tercera vez, en comisaría, un jefe de la policía le dijo, mientras jugaba con un revólver, que se olvidara del asunto.
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