Defensores de los derechos humanos denuncian que inentan impedir la práctica del islam en la región de Xinjiang, en el extremo occidental del país. Las autoridades de Pekín justifican que así se protege la salud de los estudiantes y que las prácticas religiosas por parte de funcionarios estatales están restringidas por ser un país laico. "Quieren desvincular a nuestros niños del islam. No estamos autorizados a enseñarles el Corán pero lo hacemos en secreto en casa", ha contado Ghulam Abbas, un uigur de esta localidad china.
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