El último país en sumarse a la repentina fiebre por la regulación de la marihuana es quizá el más inesperado: China. El país prohíbe su consumo de forma estricta, y persigue con dureza su cultivo y distribución (al igual que con el resto de sustancias narcóticas). Pese a ello, ha ido abriendo la mano durante los últimos años, consciente de la creciente demanda internacional de productos relacionados con el cannabis. Hay un pastel abierto. Y China quiere su parte.
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