El gran cambio a dar es uno cultural y de cara a los consumidores, pues con la comida se reiteran los frentes de lucha ya explorados con los adictos de otras industrias, dado que los que fuman se sienten sexys al expulsar humo por la boca, los que beben alcohol se han percibido muy «cool» al sostener un vaso o una botella con alguna bebida alcohólica y, los que comen carne se han convencido de ser herederos ancestrales de prácticas milenarias, sin percatarse en ningún momento, ninguno de ellos, de la iconografía creada para extraerles el dinero
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