El Reino Unido suministra a la Unión Europea servicios financieros por valor de 40.000 millones de euros al año, y el sector constituye casi un 7% del PIB británico. Pero a pesar de ello –o quizás debido precisamente a ello–, ni una sola de las más de 1.200 páginas del recién firmado acuerdo comercial post-Brexit está dedicada al asunto. Todo ha quedado completamente en el aire, con la consiguiente incertidumbre para los operadores. Francia quiere parte del pastel de la City, pero otros países priman la estabilidad.
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