Ha sido ver las imágenes del ministro Marlaska justificando ante los medios su cena en un restaurante durante la crisis catalana y pensar qué suerte tuvieron otros políticos que ejercieron su oficio cuando no había Twitter, porque entonces no supimos minuto a minuto qué comían y sobre todo dónde comían. Me refiero, por ejemplo, a cuando el Prestige eran solo unos «hilillos».
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