Ámsterdam, como centro financiero internacional, sirve ahora de mercado donde se determina la demanda de drogas y se realizan negociaciones y pagos desde todo el mundo. Se ha convertido en un destino para que los capos de la droga blanqueen su dinero o lo canalicen hacia paraísos fiscales. Su dinero contamina cada vez más la economía legal, especialmente en el sector inmobiliario, los servicios empresariales y la hostelería (...) Sin un cambio fundamental de rumbo, los Países Bajos corren el riesgo de convertirse en un narcoestado.
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