Para eso hay que empezar, porque siempre se empieza en un despacho lejano, bien amueblado, espacioso y cálido, con un papel, el papel que se pone en todas las estaciones: la sentencia de muerte. Este papel puede adoptar muchas formas, en muchos caso no parece una sentencia de muerte, se puede hablar de una «supresión provisional del servicio», por ejemplo. Ahora no importa, porque de un modo u otro, en cuanto dejan de pasar los trenes, el asesino ya tiene preparada el arma del crimen, y solo espera el momento adecuado para actuar.
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