presidenciales en noviembre de 2016, muchos previeron que las cosas en Estados Unidos iban a ponerse difíciles para los inmigrantes indocumentados. No hacía falta una bola de cristal para llegar a esa conclusión. El nuevo mandatario había prometido construir un muro a lo largo de toda la frontera con México y deportar a millones de sinpapeles. Lo que quizá pocos anticiparon era que las nuevas políticas afectarían también a los extranjeros que residen legalmente en el país.
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