Lo que ha quedado, al final, es una defensa de un modelo de Estado al estilo europeo –más gasto público y más impuestos, pero supuestamente no mucho más gravosos que los actuales para las clases medias–, que intervendrá más activamente en la economía para evitar los abusos de los oligopolios privados y que tratará de lograr una salida de la crisis basada en políticas keynesianas: más planes de estímulo basados en la abundancia de crédito y en los programas de gasto discrecional.
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