Como el Gran Casino que es, Londres, la capital mundial invisible del intangible dinero negro que por sus venas circula y que bajo su paraguas de impunidad ampara, no ha sido siempre ese coloso intocable que por su apariencia infunde respeto. Hace más de un par de siglos largos, su poderío litigaba con otra gran potencia que peinaba canas, entrenada en el cuadrilátero de la guerra como ninguna otra y con mucha cintura para aguantar unos cuantos asaltos más.
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