Unai tenía muy claro que la “mili” no iba con él. Al igual que otros miles de jóvenes, aquel chico de La Txantrea –uno de los barrios más populares de Pamplona- decidió que no se presentaría al llamado para hacer el Servicio Militar Obligatorio. Tampoco haría la prestación social sustitutoria. Ni una cosa ni otra. Su vía era la insumisión. Siguiendo el guion marcado por el Estado, los tribunales ordenaron su ingreso en la prisión de la capital navarra. Coincidiendo con un permiso carcelario, Unai se arrojó al vacío desde un tercer piso.
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