Trinidad Avilés llevaba afiliada a UGT desde 1978, y trabajaba en la organización desde 2005. Lo inusual venía del lado de quién figuraba como empleador en su vida laboral: a veces era el sindicato, a veces era una empresa de Pontevedra, otras, un bufete domiciliado en Madrid. En los últimos diez años de relación laboral, la empleaba la cadena de supermercados Eroski, aunque ella siempre acudiese a la oficina de UGT en Palma. Cuando el pasado febrero pidió regularizar su situación fue despedida.
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