Esperó a las diez de la noche. «Para no provocar víctimas», dijo. Encendió fuego a un trapo sumergido en una botella con líquido inflamable y lo lanzó con todas sus fuerzas contra el edificio de reclutamiento de Kirovsk (a una hora en coche de San Petersburgo). Su cóctel molotov se extinguió enseguida. Yegor Balazeykin –un ruso de 16 años– se agachó de nuevo y arrimó el mechero a otro trapo, pero no consiguió que prendiera. Luego se fue tranquilamente a la parada del autobús. Allí lo localizó un coche de policía. Le enseñaron los restos del fal
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