Aprovechemos el encierro para hablar con los vecinos por el patio y asegurarnos de que no pierden la cabeza. De que los mayores están atendidos, que los pequeños pueden jugar. Seamos más comprensivos que nunca, más humanos que nunca. Rechacemos la vigilancia y el castigo en favor de la empatía, el diálogo y la solidaridad.
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