El cerebro de la trama, Mauricio Chávez, se presentaba como un experto en criptodivisas dispuesto a enseñar el secreto de su éxito a inversores latinos. Les pedía que le confiasen su dinero bajo promesas de grandes rentabilidades. En realidad, destinó la mayor parte del dinero a pagos que diesen credibilidad el esquema Ponzi, inversiones propias (como la compra de casas, joyas y un coche) y a gastos personales, incluidos en clubes de alterne, según el supervisor financiero estadounidense.
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