Hace años, muchos observadores un poco atentos a la política internacional ya empezaron a advertir de que algo así podía pasar. Eso nos da indicios de que estamos hablando de una problemática un poco más estructural y compleja que la sencilla y atrayente idea de que Putin es Hitler y está loco. De hecho reducirlo todo a que Hitler estaba loco tampoco sirve como aproximación para analizar la II Guerra Mundial, o el antisemitismo del periodo.
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