Torres afirma que, efectivamente, es un elemento de protección para realizar "maniobras peligrosas", como a la hora de atender a un paciente o si se realiza una actividad en la que te puedes ensuciar las manos. "Fuera de ese ámbito, llevar guantes cuando caminamos por la calle realmente no nos protege", asegura. El catedrático asevera que esa sensación de invulnerabilidad nos hará "cometer fallos", como puede ser tocarnos la cara o nuestros objetos personales.
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