Por abusar conseguimos justo lo contrario, cargarnos nuestro sistema inmune o al menos deprimirlo lo suficiente como para evitar que reaccione ante infecciones. De momento no es más que un estudio observacional por lo que no se puede demostrar una causalidad al 100%, pero ahí queda la evidencia según los patrones de uso de lejía u otros limpiadores basados en cloro en tres países distintos de la UE.
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