De la necesidad, virtud. Si desde 2020 la industria mundial del automóvil venía sufriendo el impacto de la crisis del coronavirus y los problemas por el suministro de microchips, en 2022 la tormenta perfecta se redondeó con la Guerra de Ucrania. Con ella vinieron nuevos recortes del lado de los componentes y más retrasos en las entregas, el encarecimiento de la energía y las materias primas y, para algunos fabricantes, la obligada cancelación de sus operaciones en Rusia.
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