En el país de las oportunidades rotas y los sueños hipotecados, los jóvenes españoles se enfrentan a una realidad que parece salida de una novela distópica. Solo un 17% de los menores de 30 años ha logrado emanciparse. El resto, ocho de cada diez, sigue atrapado en casa de sus padres, no por falta de ganas, sino porque el sistema les ha condenado a la dependencia perpetua. Porque en España, la emancipación es un lujo al alcance de unos pocos, una meta inalcanzable para una generación que ve cómo sus aspiraciones se estrellan contra un muro.
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