Para los productores el petróleo es un 'arma' de presión; para los consumidores, un elemento esencial de su 'diplomacia' económica. España, uno de los países más dependientes del ‘oro negro’ pero también uno de los grandes consumidores del planeta, ha redistribuido el aprovisionamiento de las importaciones de petróleo para volver a colocar a la Venezuela de Nicolás Maduro en el 'top 10' de socios comerciales en energía, al tiempo que da oxígeno a un país asfixiado por las sanciones internacionales impulsadas desde EEUU.
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