El Sankt Pauli nunca ha ganado nada importante. Navega perdido en la segunda división alemana y hace más de diez años que no pisa la Bundesliga. Aun así, tiene millones de seguidores por el mundo. La bandera pirata y la calavera blanca se convirtieron en el refugio de aquellos que creían que otro fútbol era posible. Un fútbol rebelde y antifascista. El St. Pauli era la única opción. Ya no lo es. Al menos no para algunas peñas internacionales, que se están disolviendo contrariadas por el posicionamiento del club respecto a la guerra entre Israel
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