La enorme demanda de este tejido, antes considerado lujoso, y su proceso de ‘democratización’ ha desertificado el suelo de Mongolia, ha dejado sin trabajo a decenas de comunidades y ha provocado una batalla dentro de las grandes empresas por conseguir proveedores. Ni todo el cashmere es de buena calidad ni todas las marcas que lo ofertan son honestas en su proceso de obtención.
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