Tengo amigos juristas que se han leído la sentencia del Pleno de la Sala de lo Civil sobre las tarjetas “revolving”. A fondo. Y están escandalizados. “Es un monstruo jurídico”, dicen uno. “Es un pollo sin cabeza”, afirma otro. “Confunden el tocino con la velocidad; han errado el tiro”, remacha un tercero. “Han creado una alarma innecesaria en el sector y han fallado en contra de todo rigor jurídico y de lógica al confundir los controles“, coinciden los tres.
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