“Nadie quiere arreglar de verdad el problema”, prosigue, “la madre del cordero es cómo gestionar el territorio, y tengo dudas de que seguir manteniendo el ciclo del fuego sea el camino”. Nadie cuestiona que el recelo de los habitantes de zonas rurales ante los técnicos que envía el Estado es, y será, un grave obstáculo para generalizar un modelo que en sí no parece malo. El problema es, pues, profundamente cultural y requiere la confluencia de ingenieros que no sean petulantes y paisanos capaces de abandonar su obstinación.
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