Todos han notado la contradicción de los que hasta hace poco calificaban el Emirato Islámico de «combatientes de la libertad», cuando esa organización operaba en Siria, y ahora se indignan ante sus fechorías en Irak. Pero ese discurso –de por sí incoherente– resulta perfectamente lógico en el plano estratégico: los mismos individuos debían ser presentados como aliados ayer y hoy como enemigos, aunque siempre estuvieron –y siguen estando– a las órdenes de Washington.
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