Hace apenas dos meses, Bruselas celebraba el fin de la recesión: si todos los países europeos han vuelto a crecer, es que podemos pasar página, argumentaban. Pero la situación en Italia y España, junto a la huelga general que hoy paraliza Grecia, ha puesto a la UE ante el espejo. Las cicatrices no se han curado y el sur, de manera súbita, se rebela. La crisis nunca se fue. Su energía no se ha destruido, sino que se ha transformado: en una profunda desconfianza, en un rechazo al 'statu quo'.
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