Nuestras majestades son tan particulares que, pese a tratarse de una institución que se basa en la continuidad, se pasan la vida repudiando la herencia recibida: primero, Juan Carlos a Franco; ahora, Felipe a Juan Carlos. Tan particular es la monarquía que, mientras toda las instituciones se vuelcan contra el coronavirus, el Jefe del Estado, como cualquier ciudadano, también aprovecha para “lo pendiente”, que no es otra cosa que pertrechar excusas frente a los sucios negocios de su padre que lo tenían a él como beneficiario. Todo muy feo.
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