En estos veranos en que me toca entrenar de beduino en Madrid -puesto que el bolsillo no da para más y no queda otro remedio-, tarde o temprano me encuentro con una pareja de yanquis o de alemanes despistados que consultan un mapa en medio de la solanera de Atocha, como si hubiera a algún sitio a dónde ir. A veces llevan niños encima, sin saber que están a punto de internarse en una franquicia del Sahara. Siempre les aconsejo que no dejen de visitar el museo de Saurón en las entrañas del Bernabéu y el río de lava bajando por la Castellana a las
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