Convendría, de entrada, ser honestos y admitir que la avalancha es la consecuencia de una absoluta falta de previsiones y del hecho de que nadie, parece, se ha tomado la molestia en tener en cuenta que esto podía pasar. Que si vendes una imagen de Málaga marcada por la espectacularización y el no va más, en una ciudad sin los accesos necesarios, sin Metro hasta el centro, sin transportes públicos suficientes y en la que los parkings del centro funcionan como ratoneras para incautos, lo que obtienes es, exactamente, lo que ahora nos toca afronta
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