Desde que apareció el turismo de masas, esto es, los viajes asequibles para las clases medias, solo habíamos oído elogios para una actividad que desarrollaba regiones deprimidas, proporcionaba bienestar económico a regiones o países enteros, y ofrecía una forma de ocio ideal para las vacaciones anuales del trabajador. Incluso llegó a asociarse con beneficios adicionales como fomentar la paz. Todos esos argumentos en su defensa ya no son válidos, o al menos no se aceptan ya masivamente. La realidad turística los ha matado.
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