En 1969 los políticos del país escandinavo decidieron que el nuevo maná no podía ser dilapidado, así que optaron por destinar todos los ingresos derivados de las licencias de explotación de gas y petróleo a un fondo público que sería juiciosamente invertido. Cada año pueden sacar una pequeña cantidad para cuadrar las cuentas públicas. El fondo ha rentado a una tasa anual superior al 6% y a cada noruego le corresponderían más de 300.000 euros. Actualmente es un importante accionista tanto de BBVA como del Banco Sabadell.
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