Larry Fink (Los Ángeles, 1952), presidente de Blackrock, es mucho más que un multimillonario. Es un gurú, un guía, un hombre que aspira a marcar el rumbo de la economía global. Y, lo que es más importante, un hombre que dispone de herramientas para ello. Aparte de ganar dinero para la empresa que lidera, para sí mismo y para los inversores a los que les mueve el dinero por todo el mundo –en permanente especulación para obtener beneficios, también en continua búsqueda de liderazgo en sectores estratégicos–, le gusta salpicar sus mensajes con pal
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