Cuando Mónica se separó, decidió comenzar una nueva vida en Madrid. Al principio, tuvo que compartir piso. Después, se fue a Parla. En la jungla inmobiliaria que es la Comunidad, en 2015 consiguió un alquiler asequible en una promoción de viviendas levantadas sobre suelo público con una concesión administrativa a Nestar, entonces Azora, uno de los mayores fondos buitre del país. “Eran para colectivos vulnerables”, explica. Tenía 45 años y cobraba unos 1.000 euros al mes.
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