El pequeño de seis años ha dejado de comerse las uñas a cambio de unos robots de letras. Y yo preocupadísima porque pensaba que estaba canalizando mal la rabia. Pensaba que se comía las uñas por no expresarse, destruyendo así su primordial herramienta para dañar a otros. Conclusión: menos terapia y más motivación. Y yo que llevaba años en esos círculos de crianza con apego... ¡Qué decepción!¡Qué decepción! ¡Tanto Waldorf, Montessori y Pestalozzi, para llegar a esto!. El mayor ha fregado el baño, no digo más.
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