En legítima defensa, un católico puede y debe emplear la violencia, en defensa de los hombres y en defensa del honor de Dios. No todo debe hacerlo el Estado... que además no suele hacerlo. No toda violencia es condenable, no todo irritación -también conocida como cabreo profundo- es censurable. Desde luego, no la legítima defensa, ya saben, lo de los requetés durante la Guerra Civil: “Disparad, pero sin odio”. No sólo eso, es que además, el cristiano debe defender el honor de Dios en las dos etapas del conflicto: en el de la violencia digamos
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