Los muertos en las casas pobres de Guayaquil, la segunda ciudad más poblada de Ecuador, coparon los medios de comunicación a finales de marzo. Ante la falta del servicio que prestaban la funerarias privadas —muchas prefirieron la sanción al riesgo de contagiarse del virus—, la gente llamó al 911 y esperó varios días la respuesta. Como una medida desesperada sacaron los cuerpos de sus seres queridos a las aceras. Todo esto en una ciudad que bordea los 30 grados de temperatura y una humedad del 80%.
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